Unido a...

jueves, 27 de noviembre de 2008

LA VENGANZA DE JACK KEROUAC (FRAGMENTO)



Un día antes de la famosa fiesta compré algunas caguamas y las bebí junto a todos ellos, entonces sí, en aquel momento, la mayéutica socrática conoció sus más altos vuelos. Pronto se formaron dos bandos en la disputa intelectual: por un lado estaban Hegel, Derrida, Kant, Foucault y Descartes, por el otro, Kerouac, Miller, las cuatro caguamas y yo. El discurso argumentativo del bando filosófico se sostenía en un fundamento óntico-escatológico, que presuponía como base de su sistematización lógica epistémica, la pre-esencia de Dios en todo ser en cuanto que es. Entonces, yo le advertí que si de eso se trataba, también guardaba unos buenos trabalenguas debajo de la manga. Kant, el racista de la mente, defensor a ultranza de la razón pura, tachó de mí, sobre todo, la desorganización estructural cognitiva de mis axiomas, los cuales, según él, carecían por completo de una sistematización funcional práctica. Herido en mi orgullo cognitivoneuronalsintético, le dije las ciento dieciséis tesis argumentativas que servían de fundamento para mi teoría epistémica-valorativa respecto a la selección de la mejor cebada para preparar una buena cerveza, el silencio suspensivo-tangencial que siguió se prolongó por unos minutos, seguramente en las sinapsis de su mente discursiva se produjo un interfaz.
Lo siguiente que recuerdo es haber despertado por la mañana junto a un montón de libros deshojados. Al parecer, la discusión concluyó en pésimos términos, sobre la pared de mi habitación había un graffiti que decía “KANT, CHUPAME UN HUEVO”. Pedí disculpas al filósofo por el exabrupto.
me preparé unos chilaquiles con queso: asunto resuelto, estaba seguro que Kant sabría entender, además, alguien que se dice ser tan inteligente no tendría por qué ponerse a discutir con un borracho.