Unido a...

martes, 29 de julio de 2014

RÉQUIEM ANARQUISTA, por Jesús Navarrete Lezama.

Valentín Corona
La venganza de Jack Kerouac y otros cuentos marxistas para dormir sonámbulos
Editorial Ponciano Arriaga
(San Luis Potosi, 2010) 


"La realidad no es como se ve, sino como se siente, así como la sangre no es sangre hasta que corre como una historia larga, con significado", afirma el narrador en uno de los relatos de La venganza de Jack Kerouac y otros cuentos marxistas para dormir sonámbulos", libro con el que obtuvo el premio de literatura Manuel José Othón 2008.
La venganza de Jack Kerouac... constituye quizá uno de los últimos ecos de la narrativa que usa como telón de fondo o como escenario de sus historias, las luchas sociales que durante la segunda mitad del siglo xx se sucedieron en nuestro país y que de alguna manera vieron su fin -anticipado, si se toma en cuenta el levantamiento en Chiapas en 1994- al sofocarse la lucha guerrillera de los años setenta.
   ¿Qué fue de la descendencia de aquellos hombres que lucharon contra la opresión del capitalismo? Tal vez un poco de eso lo explique saber qué hace el hijo de un combatiente muerto de Lucio Cabañas encerrado en el sótano de su casa; qué pasa por la cabeza de un soldado cuando se percata de que ha dado muerte a su propio hermano mientras reprimía una manifestación ; cómo llega a su fin la historia de un supuesto sobrino de Valentín Campa, enamorado de una porrista y hasta dónde puede llegar la mente de un lavacoches que viaja, recostado sobre el sueño de una tarde de trabajo.
   El capitalismo puso al pasado en un montón de cajas, se perdió la fe en el hombre y se confió el destino de la humanidad a una docena de circuitos integrados, dice el autor, así ya nadie mueve un dedo como no sea sobre el teclado de una computadora o del control remoto o para presionar el NIP de la cuenta bancaria cuando se necesita efectivo. Las historias de los que lucharon no son sino viejos cuentos marxistas para dormir sonámbulos.
   No es gratuito que Valentín Corona use como fondo de algunos de los relatos el movimiento ferrocarrilero, después de todo la de Campa y Vallejo fue una de las luchas más unificadoras de la sociedad méxicana, pero también estuvo marcada por la derrota, una derrota que quizá heredó a los levantamientos sucesivos.
   Sin temor a equivocarnos podemos decir que La venganza de Jack Kerouac y otros cuentos marxistas para dormir sonámbulos lo mismo podría ser una especie de réquiem anarquista que una crítica acertada del vacío y el sometimiento de los hombres y mujeres de la época actual, de la vida en una sociedad que resalta valores cada vez más absurdos e inoperantes.
   La historia que narran sus páginas es la de los jóvenes que enfrentaron las últimas puertas que se creía podían derribarse a patadas y murieron en el intento, porque, en pocas palabras, como dice alguno de los personajes nunca les dijeron "quién es el verdadero hijo de la chingada en este juego de a ver quién pega más fuerte"  

(Reseña aparecida en la revista Los perros del alba #7, págs 112-113)

jueves, 3 de noviembre de 2011

Traducción de 'The Broom of the System', David Foster Wallace (Extracto del capítulo 2)

“Cuéntame una historia.”
“Así que quieres que te cuente una historia.”
“Por favor.”
“Tengo una de lo más interesante.”
“Estupendo.”
“Es deprimente, por cierto.”
“Quiero oírla.”
“Tiene que ver con un hombre que sufría un vacío de segundo grado.”
“¿Vacío de segundo grado?”
“Sí.”
“¿De qué va eso?”
“¿No sabes lo que es el vacío de segundo grado?”
“No.”
“Caramba.”
“¿De qué se trata?”
“Bien, una persona vacía de grado dos es primero una persona vacía, a secas. Su inteligencia es mediocre, pero quiere que la gente lo vea como alguien sofisticado. También es mediocre su apariencia, y quiere que la gente lo vea como alguien atractivo. Igual con su sentido del humor, si bien quiere que la gente crea que es ingenioso y divertido. Lo mismo pasa con su talento. Quiere que la gente crea que tiene chispa. Etcétera.”
“Entiendo.”
“Una persona vacía se preocupa de que la gente no lo considere estúpido, o aburrido, o feo, etcétera, etcétera.”
“Lo capto.”
“De modo que una persona vacía de grado dos es una persona vanidosa que también aparenta una auténtica ausencia de vanidad. Que está enormemente preocupada porque la gente no lo considere alguien vacío. Una persona vacía de grado dos permanecerá hasta tarde aprendiendo chistes para parecer alguien divertido y encantador, pero negará que permanezca hasta tarda aprendiendo chistes. O tal vez incluso intente dar la impresión de que él no se considera a sí mismo en absoluto divertido.”
“...”
“Una persona vacía de grado dos se lavará las manos en unos servicios públicos, y será incapaz de resistir la tentación de admirarse en el espejo, de escrutarse a sí mismo, por lo que fingirá que está colocándose unas lentillas o tratando de quitarse algo del ojo mientras se observa, de modo que la gente no lo considere la clase de persona que se maravilla de sí mismo en los espejos, es decir la clase de persona que hace un uso responsable de los espejos, ya sabes, que los emplea para cosas sin importancia.”
“Ya.”
“La historia de hoy tiene que ver con alguien que sufría un vacío de segundo grado relacionado con su apariencia. Alguien obsesionado con su cuerpo, pero también obsesionado por el deseo de que nadie conociera su obsesión. Sencillamente, alguien que se tomó demasiados esfuerzos para esconder a su novia el vacío. ¿He dicho ya que vivía con una chica irresistiblemente hermosa, y que también era encantadora?”
“No.”
“Pues así era: ella estaba locamente enamorada de él, y él la amaba a ella. Y ambos estaban hechos el uno para el otro, aunque él, por supuesto, permanecía en continua tensión, obsesionado, pero también obsesionado por esconder su obsesión.”
“Dios mío.”
“Efectivamente. Hasta que un día en el baño el hombre descubre algo extraño en su pierna, una especie de mancha abultada y gris, y entonces acude al médico y le diagnostican el primer caso de cierta enfermedad que, aunque no es mortal, provoca alteraciones irreversibles en el aspecto, las cuales algún día harán que deje de ser el tipo de persona aparentemente atractiva que es.”
“...”
“A no ser, claro, que consienta someterse a un tratamiento tremendamente caro y complicado, para el cuál tendrá que viajar a Suiza e invertir en él casi todos sus ahorros, los cuales permanecen en un banco y requerirán la firma conjunta de su fantástica novia.”
“Vaya.”
“...”
“Pero él está nervioso ante la idea de que la belleza abandone su cuerpo, ¿no?”
“Bueno, no te olvides de que él está extremadamente nervioso por no ser visto como la clase de hombre nervioso por mantener su belleza. La cosa es que su novia no sepa que es la clase de tipo que gastaría los ahorros de toda una vida y volaría como sea a Suiza solo para evitar convertirse en un monstruo.”
“¿De qué enfermedad se trata? ¿Lepra?”
“Imagino que es algo así como la lepra. Quizá no tan grave. Creo que la lepra puede matar. En cualquier caso, eso no es lo importante. Lo importante aquí es que la idea de que su novia pueda enterarse de su vacío le horroriza tanto que retrasa y retrasa la decisión de volar a Suiza para su tratamiento, y mientras tanto la mancha sigue extendiéndose y la piel de su pierna está volviéndose cada vez más gris, desprendiéndose por capas, y los huesos están hinchándose y deformándose, una situación que intenta esconderse comprando una novedosa prótesis y explicando a su novia que su pierna se ha roto por alguna extraña razón. Su enfermedad, no obstante, está ahora extendiéndose a la otra pierna, y sube hacia el estómago y la espalda, y por tanto sospecho que también afecta a sus genitales, de modo que opta por meterse en la cama y cubrirse de mantas y contar a su novia que por alguna extraña razón está enfermo. En ésas, hace el esfuerzo de comportarse de un modo realmente distante y frío, de mantener las distancias, incluso a pesar de que la presencia de ella resulta una distracción. Llegado este punto, el tipo solo sale de la cama cuando ella está trabajando como dependienta en una tienda de ropa para mujeres, que es como decir que cuando ella se ha largado saldrá de la cama y se pondrá frente al enorme espejo del baño durante horas, observándose a sí mismo horrorizado, aseándose generosamente las escamas grises de su cada vez más retorcido cuerpo.”
“Cielo santo.”
“Y durante días la enfermedad continúa su curso, extendiéndose hacia arriba y alcanzando los brazos y las manos, las cuales trata de esconder apelando a un horrible constipado contagiado por alguna extraña razón, motivo por el cual viste gruesos jerseys y manoplas para esquiar, y empieza a convertirse en un ser cada vez más cruel y asqueroso y ácido hacia su adorable compañera, a la que de ningún modo permite que se acerque, casi como si quisiera sugerirle que ella ha hecho algo realmente horrible que lo enfurece, aunque jamás dirá de qué se trata, hasta que su novia empieza a llorar por las noches, sentada en la taza del váter, y él la oye, y su corazón se rompe porque le ama tanto, aunque él está obsesionado por no convertirse en alguien feo, y por supuesto piensa que si ahora se le ocurriera contarle toda la verdad, no solo ella lo vería como alguien repentinamente feo, sino que además eso explicaría el fraude de la prótesis, los gruesos jerseys y las manoplas para esquiar, y evidentemente él sigue doblemente obsesionado por no revelar su obsesión original. Así que él se vuelve cada vez más mezquino hacia su dulce y preciosa chica que tanto le ama, y de pronto, incluso a pesar de que ella es una chica estupenda y profundamente enamorada, resulta que también es humana y su amor se va a tomar por el culo, poco a poco, en un sencillo gesto de defensa personal, y empieza a comportarse de un modo frío y distanciado, y la relación entre ambos empieza a mermar, lo cual hace que el corazón de él también se rompa. Entre tanto, la enfermedad avanza, ya está en su cuello, ha llegado a la altura del altísimo cuello vuelto de su jersey, e incluso una o dos escamas grises están apareciendo en su nariz. Y una mañana, en el límite del último día en que el tipo puede mantener su deteriorado aspecto escondido de su novia, la mañana posterior a una desastrosa y grave pelea con su chica, él aprovecha que ella está sentada en el baño, llorando, para salir de la cama y abrigarse bien para pillar un taxi que lo lleve a la consulta de su doctor.”
“...”
“Bien. El doctor, como es comprensible, se muestra bastante disgustado porque no lo haya llamado durante todo este tiempo, ¿en qué estaba pensando?, se dice. Y el doctor se manifiesta preocupado sobre el estado de la enfermedad, y entonces echa un vistazo al hombre y examina su lengua y dice que esto solo se resolverá con un novedoso y caro tratamiento que administran en Suiza, y que si se retrasa un segundo más la enfermedad acabará consumiéndolo hasta el punto de volverse irreversible, y aunque él seguirá vivo, se volverá alguien gris y escamado y deformado para siempre. Entonces el doctor mira a su paciente y dice que tiene que salir de la consulta, y recomienda que aproveche ese tiempo para reflexionar sobre su futuro. El doctor piensa que su paciente se ha vuelto loco por no haber elegido ya la opción de Suiza. Así que el hombre enfermo se sienta en la consulta, solo, abrigado de pies a cabeza, con sus manoplas para esquiar a causa de su metaobsesión. Pero finalmente accede a una iluminación, la cual no debe entenderse como sutilmente representada por el rayo de luz que en ese preciso instante rompe de entre las densas nubes que pueblan el cielo ese día e irrumpe a través de la ventana de la consulta y pega en la cara del hombre, aunque en cualquier caso percibe un golpe de inspiración que hace que se plantee que lo más importante del mundo es su maravillosa y adorable novia y el amor que media entre ambos, y eso es lo que verdaderamente importa, así que decide llamarla y contarle toda la verdad y nada más que la verdad, y convencerla para que salga del apartamento y firme la hoja de retirada de sus ahorros de toda una vida, de modo que él pueda salir pitando para Suiza ese mismo día.”
“La virgen.”
“Y la historia termina con el hombre sentado en el despacho del doctor, con el teléfono en sus manoplas, escuchando el tono de la llamada al otro lado de la línea, que suena durante bastantes tonos aunque no durante un lapso de tiempo tan largo como para considerar que está haciendo el ridículo, aunque suficiente como para no tener del todo claro si su novia está o no allí, en el piso de ambos, es decir que duda sobre si ella haya podido largarse, quizá por su propio bien. Y así es como acaba la historia, con el hombre allí y el teléfono sonando en sus manoplas para esquiar, y el rayo de sol que atraviesa la ventana del médico y pega en la cara del enfermo.”
“Cielo santo. ¿Vas a emplear esa historia?”
“No. Demasiado larga. Es una larga historia, más de cuarenta páginas. Desastrosamente escrita, por cierto.”
“...”
“Lo mires por donde lo mires no es divertida.”
“...”
“...”
“Y ahora, ¿vas a decirme cómo llegaste a saber tanto sobre eso?”
“Saber tanto sobre qué.
“Sobre el vacío de segundo grado. Realmente te sorprendiste porque no tuviera ni idea del vacío de segundo grado.”
“¿Qué quieres que te diga? Soy un hombre mundo.”
“...”
“...”
“¿Te hace un jengibre?”
“No por ahora, pero gracias.”

viernes, 16 de septiembre de 2011

LA NARRATIVA DE EDUARDO ANTONIO PARRA, VISTA A TRAVÉS DE UNA CORTINA DE HUMO



A partir del momento en que recibí la invitación para comentar la obra de Eduardo Antonio Parra, me dediqué a buscar todo el material posible. El primer libro que leí fue Tierra de nadie, a partir del cual, la tarea emprendida de leer toda la obra de este escritor, dejó de ser una encomienda para convertirse en una grata sorpresa. La experiencia comenzó.

Desde el primero de los relatos La piedra y el río una extraña cortina de humo comenzó a formarse a manera de atmósfera en las narraciones. “Su rostro fue chamuscado en años padecidos de sola sol, entre el aire seco y las nubes de polvo que oscurecen la ribera...” Tales son las primeras líneas del cuento. Y la primera cortina de humo apareció.

Una primera imagen del escritor fue formándose en mi imaginación. Incluso alcancé a visualizarlo sentado frente a la computadora con un cigarro entre los labios. El humo frotando entre al autor y su obra. Pero también, entre la obra y el lector. Recién había ingresado a la cortina de humo cuando La vida real, segunda narración del libro, me trajo la imagen exacta que había recreado mi mente, esta vez con el personaje de Soto, periodista que desea dar a conocer a los lectores del periódico en el que trabaja la historia de dos mendigos que, enmedio de la basura y decadencia que los envuelve, comparten una historia de amor real. La descripción que Parra hace del personaje coincidió en todo con la que, en mi mente, se había formado ya.

Por alguna razón, comencé a sentirme como visitante de Comala, que iba a buscar a un tal Eduardo Antonio Parra.


La obra de este escritor, si bien es cierto que parte de una evidente asimilación y apropiación de la tradición cuentistica mexicana (basta mencionar los nombres de Juan Rulfo, o José Revueltas, con quienes ha sido emparentado en más de una ocasión, sobre todo respecto al espacio narrativo de sus historias) Desde una muy particular apreciación, le encuentro una línea de parentesco con el constructo narrativo del trabajo literario de James Joyce, es decir, la modernidad. Otra característica que comparte con el escritor Irlandes es el magnifico uso del dialogo interno. Tal apreciación se me presenta al comparar Dublineses con los dos primeros libros “Tierra de nadie” y “Los limites de la noche” que bien podrían ser englobados bajo el titulo “Norteñeses” Pues la cohesión que demuestran a lo largo de las historias que los integran, representan, de una manera fidedigna y emblemática, muchas de las principales características de los pobladores de esta región, entre los cuales destacan: La venganza como resarcimiento del honor quebrantado por la traición. La esperanza de una mejor calidad de vida al otro lado del río Bravo. La marginalidad de una gran parte de la población, producto de un pasado y presente, a consecuencia de la ambición desmedida de unos y de un profundo desinterés de otros.

En consecuencia, la marginalidad, en lo que respecta a la obra de este autor, ya no se limita a poner de manifiesto la decadencia evidente, tal si se tratara de otro tipo de entretenimiento más, sino como un claro ejemplo de denuncia, evadiendo con gran fortuna el peligro de caer en la simpleza y exhibicionismo al que, ese mismo sentido de denuncia, ha sido conducido por los medios del entretenimiento de masas. He ahí el verdadero mérito literario del narrador, quien rescata lo evidente ya no simplemente para comercializar con la desgracia ajena, sino para desmitificar la imagen de progreso y bienestar social que los mismo medios de comunicación, en complicidad con líderes y gobernantes, pretenden mostrar como la verdadera realidad.

No es un secreto que gran parte de la literatura mexicana ha contribuido de manera consciente e inconsciente a forjar en los lectores y público en general, una imagen idílica de la realidad nacional. Evitando tocar aspectos sensibles de una manera crítica y de franca denuncia, valiéndose para este propósito del morbo y la ambigüedad.

Por otra parte, esa denuncia tan visible en los cuentos, tampoco puede ser considerada como el leitmotiv de su obra, sino tan sólo un aspecto de ésta que se revela por sí misma. Para ejemplificarlo, podemos decir que la denuncia es a la obra de Parra, lo mismo que la literatura lo es al quehacer humano: puramente circunstancial.

Por otra parte, la prosa detallada y contundente de este narrador, con una fuerte influencia de la narrativa cinematográfica, de manera análoga obliga al lector, como al espectador de películas, a mantenerse siempre al filo ya no de la butaca, sino de los párrafos que integran cada uno de los textos, por los que deambulan todo tipo de personajes: campesinos en busca de una esperanza, prostitutos absortos en la fantasía, esposas desilusionadas, adictos al placer, jóvenes defensores de un pedazo de tierra de nadie. Todos ellos, personajes de una historia mayor que las engloba todas: La vida real, tal como se remarca en uno de sus cuentos, así titulado.

El hiperrealismo con el que describe cada una de las tragedias de los personajes que integran sus historias es acaso el anzuelo del que, una vez enganchado, resulta imposible zafarse. Basta mencionar Al acecho uno de los cuentos que integran su tercer libro de cuentos, para distinguir la minuciosidad en los detalles, la riqueza descriptiva con que narra el dialogo interno del Bosco, mientras aguarda el arribo de Ángel, tras veinte años de espera. Luego de un evento que, como dice el texto, “detuvo la marcha de los días” para todos los personajes involucrados. Y, aunque el verdadero motivo jamás se expresa abiertamente, la causa real discurre a lo largo de toda la trama, es decir, en el dialogo interno del protagonista. En ese espacio donde el tiempo realmente se paraliza, y permite a quien en él se adentra, recorrerlo una y otra vez de manera indefinida.


A lo largo de dos décadas ha evadido las escenas de aquella noche con la ayuda de la rutina y del tabaco, mas ahora que no puede fumar le resulta imposible anteponer una cortina de humo a la memoria.”


Al arribar a esta cita, me reencuentro con la primera imagen del escritor detrás de esa misma cortina de humo, interpuesta entre él y la hoja, la cual aguarda pacientemente, al acecho, del mismo modo que Bosco, recordando los acontecimientos por tanto tiempo encarcelados en la lúgubre prisión del olvido. También es cierto que, una vez narrados, ya no serán los mismos. Más adelante, en El Laberinto, la narración comienza, así:


La sordera le impidió darse cuenta de cuándo habían comenzado a seguirlo. Pudo ser (...) al desatarse la ventisca que alzó hasta la mitad del cielo esa nube de polvo...


Resulta interesante cómo en los momentos cruciales de las narraciones, este elemento (la cortina de humo) se hace presente, es el elemento que subraya y realza, un momento cumbre de la historia. A diferencia del uso con el que comúnmente se le relaciona: el de elemento de distracción.

Más adelante podemos leer:


Una nube roja cubrió su campo de visión por unos instantes”


Justo cuando la traición de la mujer de Adrián Cano y su anteriormente mejor amigo Ociel, es expuesta en la cantina a través de los comentarios sarcásticos de Urano, uno de los tantos parroquianos del lugar.

Pero, incluso en los textos que se separan de su habitual uso de hiperrealismo para explorar el campo de lo indecible, como es el caso del cuento titulado Los últimos, es posible leer entre las primeras líneas de la narración, lo siguiente:


(...) Se quitó el sombrero para mirar el horizonte donde el cielo se teñía de un gris apenas azulado, como si a lo lejos se levantara una nube de polvo y amenazara con sepultarlos.


Desde mi interpretación, la cortina de humo dentro de la narrativa del escritor Eduardo Antonio Parra funge de manera contraria a la tradicionalmente utilizada. Es decir, mientras otros la usan como medio para distraer la atención de los lectores, Parra se vale de ella para revelar.

De forma más general, este detalle en su obra puede ser equiparable con el de desmitificar una realidad idealizada. Lo cual lo convierte en un escritor subversivo. Un narrador que hace uso de los mayores vicios y defectos de la humanidad para mostrarla tal cual es, sin maquillajes ni oropeles. Pareciera ser que una de las consignas del autor es desnudar la realidad. En este sentido, cumple a cabalidad con uno de los preceptos más reiterativos de la tradición literaria: la búsqueda de la verdad, por medio de la mentira. O, dicho a través de las palabras de Franz Kafka "La literatura es siempre una expedición a la verdad".

Para concluir señalaré que, la literatura no es asunto de convenciones, tal vez, ni siquiera de convicciones. La literatura se nutre del mundo, y éste es como la imagen del río de Heráclito, un eterno devenir que hace correr, entre sus aguas, lo mejor y peor de quién habita esta Tierra de nadie.

miércoles, 15 de junio de 2011

La ira del filósofo, de Eduardo Parra Ramírez


Hacía tiempo que, un libro, no me capturaba con tal intensidad como lo hizo La ira del filósofo, del escritor Eduardo Parra Ramírez. Desde que comencé a leer las primeras páginas me resultó imposible suspender la lectura por más de un par de horas. Una sola tarde me llevó enterarme de las vicisitudes, alegrías, gustos (conscientes e inconscientes), y confesiones del (a partir de ahora) entrañable Teo Mondragon, cuasi-licenciado en estudios universitarios de filosofía. Pero, doctorado en filosofía de la vida

Un verdadero filósofo no es aquel que acumula datos, fechas, conceptos dentro de su cabeza, ni siquiera aquel que, luego de convertirse en flamante licenciado en el ramo del pensamiento y la reflexión, ha de pasar el resto de su vida comentando las tesis de aquellos quienes le antecedieron, sino aquél que pone a prueba, día a día, las reflexiones brindadas, a través de está práctica. En pocas palabras: Ser filósofo es ser uno mismo.
En este caso, nuestro filósofo, y protagonista de la novela, resulta ser alguien cínico, desencantado, fachoso. Del mismo modo que resulta ser sensible, esperanzado, y... no, nunca distinguido. Al menos, no en el sentido popular del término, es decir, pulcro y elegantemente vestido. No, nuestro personaje no es el clásico héroe de las novelas rosas, sino un anti-héroe. Uno de esos personajes que va solo contra el mundo. Y no me refiero simplemente al mundo físico, sino también al metafísico. La batalla que tiene que librar este anti-héroe, no es solamente contra las personas, y sus actos rastreros llenos de incidía, e hipocresía. El conflicto se extiende hasta los linderos de la divinidad, los instintos; y todo aquello a lo que no tiene acceso, sino la intuición pura

En lo personal, me atrevo a considerar este libro como una de las primeras obras, de la generación de los setentas, que debiera tomarse en serio. Hasta hoy, no había encontrado a un autor que observará con tal honestidad y certeza al alma humana. Lo cual le otorga los bríos necesarios para adentrarse en temáticas que van, desde el más fino humor, hasta el más descarnado de los dramas.

Aquello que siempre está en juego en la trama de la historia es el aspecto ético y moral del personaje. Ya que como mencionaba respecto a la condición de filósofo (ser filósofo es ser uno mismo), ser uno mismo es ser siempre el mismo bajo todas las circunstancias de la vida. Lo que diferencia a este personaje del resto, es el mantenerse firme dentro de sus propios principios. Por lo menos, del modo en que se menciona en el mismo libro: se puede ser suave en la forma, e inflexible en los principios. En esa frase radica el carácter de toda la obra, es decir, el carácter de Teo Mondragon.

No es fácil mantener siempre a raya nuestras más intimas e inconfesables apetencias, y eso ya lo sabían muy bien los antiguos filósofos griegos. Pero el estudio (práctica) de la filosofía, debería conducirnos a ello. De otro modo se consideraba una actividad infructuosa. Tal como lo demuestra el gran cúmulo de ejemplos en la vida de los verdaderos filósofos.
El leitmotiv de este libro puede mostrarse en uno de los cuestionamientos que uno de sus alumnos (Mao) le echa en cara:

Prof, usted tiene dos caras bien diferentes. En clase dice que la humanidad es una mierda, que no tiene remedio, que lo mejor sería que exterminaran a todos los imbéciles, o sea, a la gran mayoría de las personas. Y ahora resulta que, porque vio un vídeo de crímenes, ya se volvió defensor de la vida, y los que no pensemos como usted somos indiferentes y ojetes. ¿Se da cuenta? Son dos ideas contradictorias. ¿Cuál de las dos es una pose?

Lo que esta obra trata de mostrarnos no es siquiera el estado putrefacto, fétido, e hipócrita del mundo, sino los conflictos incesantes que mueven al alma humana de un extremo a otro. Por lo tanto, la lectura de La ira del filósofo, no resulta apta para quienes se sienten satisfechos con la máscara que portan (según la requieran). Esa gente con seguridad se sentirá agredida, así que mejor eviten la lectura. De ser posible la lectura en el sentido más amplio de la palabra. Para el resto, queda ver quién, entre todos, acepta el reto de contemplarse a sí mismo desde una perspectiva verdaderamente honesta. ¿Quién acompañará a este anti-héroe, en ese hediondo y difícil trayecto que busca inconscientemente liberarse de La parte maldita que todos llevamos dentro?

sábado, 4 de junio de 2011

EL REFUGIO DEL HURÓN, de Juan Gerardo Aguilar


Las historias que integran el libro, El refugio del hurón, del escritor zacatecano, Juan Gerardo Aguilar, muestran distintos resguardos en los cuales la felicidad pretende buscar seguridad. Refugios que la mantengan a salvo de los sucesos inesperados. Pues, el simple desprenderse de las hojas de los árboles, bien podría ser el comienzo de una cadena de acontecimientos que darán un rumbo nuevo al destino de cualquiera. La consigna es escabullirse a tiempo del sino fatal del destino, al esperar siempre lo inesperado. De otro modo, las consecuencias suelen ser desfavorables, como bien lo dice el protagonista de la narración que da título al libro: “Subestimar a un oponente es un error que se paga caro”.

Liberarse de la anodina rutina a la manera de un enfermo terminal que, cierto día se entera que aún le queda una oportunidad más de continuar su vida en otro sitio. Lejos de sus certezas, y de sus actividades repetidas durante años. Quizá toda la vida. Escapar de las propias ruinas para fundar una historia nueva. Comenzar desde cero. Reducir a cenizas las memorias del pasado. Prenderle fuego a todo para echarse a caminar hacia adelante, en una interminable búsqueda de la felicidad. Alejarse antes de que sea demasiado tarde. Antes de que arribe la tempestad.

Prisioneros del fantasma del tiempo, muchas ocasiones solemos esclavizarnos a la rutina de la otra persona que envuelve (en sí misma) la esencia de nuestra propia felicidad. El motivo suficiente para concebir todo como un plan de acción para el siguiente día. El enamoramiento como fuente de vida. Como inspiración para esforzarse un poco más. Y de pronto, la vida vuelve a tener sentido, ya que aparece en ella un nuevo deseo.

En el cuento titulado Flores en la ventana, se muestra como un elemento indispensable en la ecuación del cortejo (inicio del camino hacia la felicidad), puede ser capaz de quedar fuera de la misma fórmula: Las flores:

“Por la apacible sensación que insuflan, porque hacen buena compañía, y viven solo lo necesario; a las flores no se les llora cuando mueren, es la ventaja que tienen sobre otros seres vivos, incluso sobre los humanos.”

La historia que, a causa de un descuido en los detalles, habrá de permanecer inconclusa para siempre, porque la vida es un concierto de instantes (o “fotografías ordenadas cronológicamente”), y perder uno solo, es igual que no haber escuchado nunca la sinfonía de la historia personal en cada uno de sus notas. Historia inconclusa.

En este caso, la nota del enamoramiento y sus consecuencias inevitables. Pues es evidente que todo tiene consecuencias. Cada decisión tomada, tarde o temprano vendrá a cobrar la factura. Ante tal evidencia, otro de los personajes manifiesta que: “Lo difícil no es aceptar que las cosas sucedan, sino aceptar que te sucedan precisamente a ti”. A ti que acostumbras ir por la vida intentando esquivar las trastadas de la vida; así sea evitando la vida misma. Entonces es cuando se vuelven necesarios los placebos para la felicidad. Ya sea a través del sopor televisivo; el cuerpo de una mujer; imaginarse vivir una existencia distinta a la propia; o a través del arte, aunque cueste la vida.

Seres cautivos dentro de sus propias cárceles. Prisiones materiales o intangibles. Unas reteniendo cuerpos entre sus muros. Las otras, almas.

“Cada uno habita un microcosmos distinto”, asegura el narrador de una de las historias. Eternos moradores de sus infinitas prisiones. El cuerpo de un hombre aprisionado dentro de un hospital: Su mente en su cuerpo: Su alma en su mente: Un pez en su pecera.

Por otra parte, la prisión de los celos suele ser una historia en donde nadie es inocente, excepto el único señalado siempre como el culpable. Los celos son otra de las tantas trampas de la mente, y una de las más poderosas prisiones que no cualquiera puede evadir con suficiente fortuna. Muchas veces, la única manera de evadir una de las tantas prisiones es, a costa de la vida.

Las fronteras son otra representación de la prisión (“este universo paralelo dividido por un rio”). Y un posterior descubrimiento de la realidad, al darse cuenta de lo que las cosas en verdad son: “líneas imaginarias creadas para prohibir las idas y venidas de la gente”. Prisiones y fronteras, sinónimos de un mismo hecho: “mantener a las personas dentro de ciertos parámetros que permiten un control de la vida en común”.

En síntesis, estos refugios que creen encontrar los personajes que pueblan las narraciones, terminan por transformarse en autenticas prisiones. Lo que, al menos a mí, me lleva a pensar en la felicidad como en un continuo acto de escapismo. Y en consecuencia, dejar atrás, lo más pronto posible, esos refugios de la felicidad. Antes que alguno de ellos se transforme en la última de nuestras prisiones.

lunes, 14 de marzo de 2011

ERASE UNA VEZ EL AMOR PERO TUVE QUE MATARLO, DE EFRAIM MEDINA


En apariencia, se trata de una serie de historias que se entrelazan a lo largo de la obra. Las aventuras de Rep y sus amigos (Toba, Ciro, Ray), la relación sentimental entre Rep y su chica; las desventuras entre Sid Vicius y Nancy, la caída de Kurt Cobain, el lazo de cariño entre una abuela y su nieto, etc. Yo me atreveré a dibujar mi propia versión de los hechos, la cual, es la siguiente: La historia, en apariencia forzada, representa el estado anímico del mismo Rep, al encontrarse aún, inmerso en su relación con “cierta chica”. En tal sentido que, por ejemplo, Nancy representa la parte intelectual, y Sid, la parte sensible. Entre ambas entelequias se desarrolla un conflicto demasiado profundo, a tal punto que, uno de los dos debe “morir” para que el otro continúe respirando. Del mismo modo, Dillinger representa esa parte “salvaje” que se acrecienta ante la falta de perspectivas claras y bien definidas, dentro de una sociedad que, por lo general, tiende a deshacerse de aquellos que no estén dispuestos a aceptar y cultivar los preceptos que la sostienen, y mantienen, vigente.
Intempestivamente el protagonista principal de la historia irrumpe, dando una descripción de sí mismo, además de una suerte de advertencias:

“No digo que soy malo pero digo ten cuidado. Soy de una raza indómita, que se mueve rápido, esa clase de seres que deja a su paso un rastro de ansia. Ya no digo mentiras porque perdí la imaginación pero no hay nada que sea confiable en mis verdades.”

Ya sin cortapisas que obliguen a ajustar la conducta a ciertos lineamientos, al saber que no se debe nada a nadie, sino por el contrario, viene el momento de (a la manera del “cobrador”, personaje de uno de los cuentos de Rubem Foseca), Rep y sus amigos, se dedican a llevar una vida licenciosa y hedonista que no acepta un NO como respuesta frente a sus deseos, los que, poco a poco, se van extendiendo hasta llevarlos más allá de las fronteras de Ciudad Inmóvil, Toba es el primero que decide probar suerte en Bogotá. La ciudad lo lleva a perder su antiguo interés político, para adoptar a Bob Marley como su profeta “un profeta marihuanero y gozón”. Del mismo modo, Toba es el primero en enfrentarse a las decepciones del amor. Toba dice que “el amor es un fraude”

“El amor no es un fraude, Toba. El amor es un límite y nos mide.”


Al poco tiempo, Ciro y Rep se mudan a Bogotá, con Toba, la mayor parte del tiempo se dedican a contemplar el cielo raso, y a reflexionar en todo lo que se encuentra a su alrededor, con la paciencia profunda y “ociosa” de los primeros pensadores de la Antigua Grecia, aunque, por supuesto, adaptada a las condiciones de los tiempos que corren:

“La filosofía escruta la existencia pero no nos ayuda a existir. La religión nos enseña a despreciarnos. El arte es una buena coartada pero lejos de casa se vuelve innecesario.”

Rep es el siguiente en padecer los estragos de las decepciones amorosas, lo que lo lleva a reflexionar al respecto, se ve inmerso entre aquello que quisiera que fuera y lo que es. Por más que se profese una infinita fe en algo, siempre llegara el momento para darse cuenta que algunas cosas (por más que se deseen) nunca podrán ser como uno quisiera que fueran. Y no resta nada más que continuar adelante. Plantarle cara a una vida que, si antes del amor era dudosa, al término se vuelve aún más sospechosa. La impotencia de alcanzar los objetivos y aquello que se vislumbra con ciertos matices de una posible felicidad, así, de un día para otro, se tornan en un dolor agudo que parece difícil de superar.

“Cierta chica sigue doliéndome, no encuentro lo que busco y lo que busco ya no puede ser ella, ella me mandó a ver si la puerca puso y cuando le dije que sí, me mandó a peinar tortugas. Estuve intentando un tiempo pero ya sabes que cuando el amor se apaga es más frío que la muerte. Lo malo es que los dos extremos no se apagan al tiempo y cuando eres el extremo que sigue activo más te valdría estar muerto.”

Las imágenes con las que Efraim Medina nos dibuja los estados anímicos de los personajes nos llevan, incluso, a sentirnos dentro de la piel de estos. La empatía que despiertan nos lleva a asumir una complicidad unilateral, ya que, sabiendo que al llevar la vida por ciertos rumbos, esta, inevitablemente, desembocará en ciertos parajes espinosos que siempre moverán a la adherencia de las causas perdidas. El idealismo romanticista en todo su apogeo.

“Cuando se está así todo es apropiado, el mundo gira sobre tu mano y aunque no es nada, brilla. Ella tiembla cuando la rozas, te entrega todo, aun lo que guardaba para el mal tiempo. Una dulce y sensible criatura de Dios. Eres su héroe y no tienes que esforzarte para ser bueno y confiado.”

Y enseguida, el tránsito de tal estado a su contraparte.

“Y un día todo acaba, ella dice jamás y es en serio. Te enloqueces tratando de abrir la puerta que abriste mil veces. Eres para ella menos que un mojón en la carretera.”

A partir de este momento, los amigos se lanzan a una serie de aventuras agrupadas bajo el sugerente título de: PRODUCCIONES FRACASO LTD, cuyo lema es “donde se necesite un fracaso allí estaremos”

Posteriormente, aparece una especie de “libreto” de una película que PRODUCCIONES FRACASO LTD piensa filmar. Entre los parlamentos van apareciendo una serie de preguntas y respuestas que, de alguna manera, nos llevan a pensar al respecto (aunque en el libreto pretendan ser parte de un absurdo, por ejemplo:

P.M.: ¿Qué opinión le merecen personajes de su país como Gabriel García Márquez y Fernando Botero?
Yo: Ninguna.
P.M.: No puede negar que son luminarias reconocidas internacionalmente.
Yo: Esa gente me recuerda a las luminarias del alumbrado público que había en la calle donde nací. Hacía siglos que se habían fundido y nadie se preocupaba por cambiarlas, al cabo, cuando estaban en servicio, tampoco servían para un culo.

P.M.: Sus opiniones sobre el arte han armado un polvorín. ¿Qué opina de ello?
Yo: Sólo dije que la música es un arte que desapareció a finales del siglo XIX, que la pintura acabó poco después y que la poesía no ha nacido aún, que sólo será posible cuando el hombre desaparezca. La poesía, según creo, es alérgica al hombre.

Si sólo pudiera vivir con lo que considero arte ya habría muerto, por fortuna soy capaz de comer mierda como cualquier habitante del planeta, es sólo que no necesito disfrazarla de caviar. Esa es mi diferencia con el resto del mundo: ellos comen mierda todo el tiempo como si fuera caviar, así que cuando tienen verdadero caviar en el plato no lo notan. El notar las diferencias es lo que me hace superior.

P.M.: ¿Qué sugerencias les haría a las nuevas generaciones?
Yo: Les sugiero la inmortalidad del cuerpo y la venta del alma, que en vez de visitar iglesias vayan a las carnicerías.

P.M.: ¿Qué opina del amor?
Yo: es un asunto de velocidad: si no te andas aprisa te joden. Todas esas niñas del culo o del dinero esperan que salgas, apuntan sus balas de plata directo a tu corazón y si no te metes en tu propia velocidad acabarás delirando en una acera como Don Quijote o quizá te conviertas en un perro, al que han apaleado tanto, que lo único que sabe hacer es cubrirse.

P.M.: (el chico) ¿Estuvo enamorado alguna vez?
Yo: Sí, de un popó menguante. Pensar que casi me pudro cuando se fue me hace sentir que soy un popó creciente.

Puedo afirmar que, Erase una vez el amor pero tuve que matarlo, más que el libro clásico que cuenta una historia de principio a fin, del fin al principio, de el nudo al desenlace, etc., es más una obra de ideas que otra cosa. Se trata de un periodo en la vida de un “vividor”, un fragmento de la vida. Y los estragos de esa guerra, eufemísticamente llamada amor.
Retomando la tradición de Fante, Celine, Bukowski, Carver, etc., Efraim Medina toma a la vida real como asunto literario. Que sea la vida misma quien se exprese a través de mi pluma, pareciera decir el escritor colombiano.
También puede verse como un libro de confesión:

Uno se mete a escribir porque no fue capaz de pegarle a un chofer que lo puso en evidencia, porque no destrozó los platos en un restaurante, porque no se enfrentó a un policía loco que insultaba a su novia, porque no le dijo a su madre lo mucho que la amaba y detestaba, porque no escupió a un profesor que decía que la tierra era redonda, porque se dejó ganar el puesto en la fila del cinema, porque no tiene oficio ni beneficio, porque piensa que es una forma fácil de hacer fama y dinero, porque si lo hacen mamarrachos como García Márquez y Mutis uno también puede hacerlo, porque no es bueno para los números, porque no quiere ser médico ni abogado, porque está ardido, porque odia a la gente y quiere insultarla (…) porque, erase una vez el amor pero tuve que matarlo.

LA GUITARRA INVISIBLE. Segmento del libro que intercala las causas que, de manera paralela, “explica” aquello que mueve a los verdaderos artistas a sondear en los bordes de la razón y la vida misma. ¿Por qué un escritor escribe? ¿Porqué un joven guitarrista decide volarse la tapa de los sesos? El resultado (y eso es lo más cagante de todo) es precisamente el mismo desenlace que todo mundo vislumbraba, no el que uno deseaba. Para los iguales, represento la evaporación de una nueva posibilidad y, una vez más, el fin de la primavera.
¿Por qué lo hizo? Carole dijo: Se mató por lo mismo que yo me mataría.

En un párrafo más adelante, nos podemos encontrar con la explicación de porqué diablos el amor debe morir algunas veces. Y no sólo morir, sino mejor aún, porque debe ser asesinado.

Mi amor es sobrenatural, un pecado sin Dios, una telenovela sin fin, un nuevo comercial de margarina. Como a quien debo matar es a mí, mato el amor. Como soy el incendiario, el innombrable, lo nombro a él. Como no he podido explicarle a ella cuánto la amo, se lo explico al mundo (…) A veces pienso que ya no amo a cierta chica, que ese amor ha muerto, pero cada amanecer pequeñas y voraces criaturas chupan mi corazón.

Yo no sé si todo el mundo tenga la suerte de toparse alguna vez en su vida con un amor imborrable, o, al menos, muy difícil de trascender.
En lo personal, alguna vez llegue a la conclusión que, al encontrar a la persona capaz de despertar un amor así, y que ésta decida pasar de largo por nuestras vidas, algo muy dentro de nosotros comienza a ser devorado, como el mismo Efraim lo describe haciendo uso de una fábula titulada el valor de la termita, así pues, el autor nos plantea que esa “termita”, poco a poco habrá de ir devorando al bosque del amor verdadero, hasta dejarnos a la intemperie, hasta dejarnos como presas fáciles de cualquier cazador.


Y a modo de epílogo, algunas de las tantas frases esparcidas entre las 180 páginas de esta excelente primera novela de, según mi parecer, uno de los mejores escritores de Colombia, en la actualidad:


“El amor golpea más fuerte que Tyson, se mueve mejor que Alí, es más rápido que Ben Johnson dopado. Aunque calces 48, el amor puede tirarte al piso y hacerte rodar hasta que no quede un pelo en tu trasero. Para que te hagas en los pantalones al amor le basta un suspiro.”

“A veces hay mujeres, las mujeres son lindas por un rato. Cuando estoy enamorado de una mujer, trato de verla lo menos posible; no me enamoro con facilidad, así que cuando pasa procuro que dure. Quisiera amar otra vez, darle lo mejor de mí a una chica. Lo malo es que no sé qué es lo mejor de mí, no estoy seguro que haya algo mejor en mí.”

“Dijo que mi ideal femenino estaba más cerca de un hada madrina que de una verdadera mujer.”

“En mi opinión, amar a una persona quizá sea más fácil que entenderla pero mucho más peligroso porque el amor siempre duele. Uno puede tratar de entender a alguien pero no puede tratar de amarlo. El amor surge involuntario. El amor puede aumentar o bajar hasta diluirse pero no puede imponerse. A veces nos gustaría amar a determinada persona, incluso podemos comprobar que la persona tiene todos los atributos para que la amemos y no ocurre. Uno se acostumbra a cualquiera con mayor o menor trabajo pero acostumbrarse no es amar. No sé si pienso lo correcto o mis ideas son absurdas pero tiendo a creer que el amor existe, que es una invención del hombre y que ahora está fuera de control. El amor más estúpido y delirante es el de una madre por el hijo pero al menos tiene un piso biológico. Pero pensar que te encuentras a una desconocida y al poco tiempo darías la vida por ella me parece inexplicable.”

“Mónica era buena pero incapaz de producirme amor. Si lo analizo en detalle, ella tenía más de lo que podía soñar y creo que eso era lo malo: para amar a alguien ese alguien debe tener lo justo. Un poco menos es insuficiente. Un poco más hecha todo a perder.”

“Hay gente que come para llenarse el buche y esos pueden vivir sin amor pero no sin compañía. Otros morirían de hambre antes que aceptar algo mal preparado. Estos últimos serán eternos solitarios a menso que den con la medida justa. Cuando se piensa en el amor las ideas no tienen consistencia y quizá por ello los grandes filósofos eludieron el tema pero aunque empalague es obvio que nuestra pequeña vida gira en torno a alguien que nos ha hecho felices idiotas o resentidos sabios.”

“Ustedes dirán que exagero pero ustedes jamás serán ella.”