(Reseña aparecida en la revista Los perros del alba #7, págs 112-113)
LECTOFILIA
UN TALLER DE TRABAJO EN DONDE LA MATERIA PRIMA ES EL MUNDO DE LAS LETRAS
martes, 29 de julio de 2014
RÉQUIEM ANARQUISTA, por Jesús Navarrete Lezama.
(Reseña aparecida en la revista Los perros del alba #7, págs 112-113)
jueves, 3 de noviembre de 2011
Traducción de 'The Broom of the System', David Foster Wallace (Extracto del capítulo 2)
“Así que quieres que te cuente una historia.”
“Por favor.”
“Tengo una de lo más interesante.”
“Estupendo.”
“Es deprimente, por cierto.”
“Quiero oírla.”
“Tiene que ver con un hombre que sufría un vacío de segundo grado.”
“¿Vacío de segundo grado?”
“Sí.”
“¿De qué va eso?”
“¿No sabes lo que es el vacío de segundo grado?”
“No.”
“Caramba.”
“¿De qué se trata?”
“Bien, una persona vacía de grado dos es primero una persona vacía, a secas. Su inteligencia es mediocre, pero quiere que la gente lo vea como alguien sofisticado. También es mediocre su apariencia, y quiere que la gente lo vea como alguien atractivo. Igual con su sentido del humor, si bien quiere que la gente crea que es ingenioso y divertido. Lo mismo pasa con su talento. Quiere que la gente crea que tiene chispa. Etcétera.”
“Entiendo.”
“Una persona vacía se preocupa de que la gente no lo considere estúpido, o aburrido, o feo, etcétera, etcétera.”
“Lo capto.”
“De modo que una persona vacía de grado dos es una persona vanidosa que también aparenta una auténtica ausencia de vanidad. Que está enormemente preocupada porque la gente no lo considere alguien vacío. Una persona vacía de grado dos permanecerá hasta tarde aprendiendo chistes para parecer alguien divertido y encantador, pero negará que permanezca hasta tarda aprendiendo chistes. O tal vez incluso intente dar la impresión de que él no se considera a sí mismo en absoluto divertido.”
“...”
“Una persona vacía de grado dos se lavará las manos en unos servicios públicos, y será incapaz de resistir la tentación de admirarse en el espejo, de escrutarse a sí mismo, por lo que fingirá que está colocándose unas lentillas o tratando de quitarse algo del ojo mientras se observa, de modo que la gente no lo considere la clase de persona que se maravilla de sí mismo en los espejos, es decir la clase de persona que hace un uso responsable de los espejos, ya sabes, que los emplea para cosas sin importancia.”
“Ya.”
“La historia de hoy tiene que ver con alguien que sufría un vacío de segundo grado relacionado con su apariencia. Alguien obsesionado con su cuerpo, pero también obsesionado por el deseo de que nadie conociera su obsesión. Sencillamente, alguien que se tomó demasiados esfuerzos para esconder a su novia el vacío. ¿He dicho ya que vivía con una chica irresistiblemente hermosa, y que también era encantadora?”
“No.”
“Pues así era: ella estaba locamente enamorada de él, y él la amaba a ella. Y ambos estaban hechos el uno para el otro, aunque él, por supuesto, permanecía en continua tensión, obsesionado, pero también obsesionado por esconder su obsesión.”
“Dios mío.”
“Efectivamente. Hasta que un día en el baño el hombre descubre algo extraño en su pierna, una especie de mancha abultada y gris, y entonces acude al médico y le diagnostican el primer caso de cierta enfermedad que, aunque no es mortal, provoca alteraciones irreversibles en el aspecto, las cuales algún día harán que deje de ser el tipo de persona aparentemente atractiva que es.”
“...”
“A no ser, claro, que consienta someterse a un tratamiento tremendamente caro y complicado, para el cuál tendrá que viajar a Suiza e invertir en él casi todos sus ahorros, los cuales permanecen en un banco y requerirán la firma conjunta de su fantástica novia.”
“Vaya.”
“...”
“Pero él está nervioso ante la idea de que la belleza abandone su cuerpo, ¿no?”
“Bueno, no te olvides de que él está extremadamente nervioso por no ser visto como la clase de hombre nervioso por mantener su belleza. La cosa es que su novia no sepa que es la clase de tipo que gastaría los ahorros de toda una vida y volaría como sea a Suiza solo para evitar convertirse en un monstruo.”
“¿De qué enfermedad se trata? ¿Lepra?”
“Imagino que es algo así como la lepra. Quizá no tan grave. Creo que la lepra puede matar. En cualquier caso, eso no es lo importante. Lo importante aquí es que la idea de que su novia pueda enterarse de su vacío le horroriza tanto que retrasa y retrasa la decisión de volar a Suiza para su tratamiento, y mientras tanto la mancha sigue extendiéndose y la piel de su pierna está volviéndose cada vez más gris, desprendiéndose por capas, y los huesos están hinchándose y deformándose, una situación que intenta esconderse comprando una novedosa prótesis y explicando a su novia que su pierna se ha roto por alguna extraña razón. Su enfermedad, no obstante, está ahora extendiéndose a la otra pierna, y sube hacia el estómago y la espalda, y por tanto sospecho que también afecta a sus genitales, de modo que opta por meterse en la cama y cubrirse de mantas y contar a su novia que por alguna extraña razón está enfermo. En ésas, hace el esfuerzo de comportarse de un modo realmente distante y frío, de mantener las distancias, incluso a pesar de que la presencia de ella resulta una distracción. Llegado este punto, el tipo solo sale de la cama cuando ella está trabajando como dependienta en una tienda de ropa para mujeres, que es como decir que cuando ella se ha largado saldrá de la cama y se pondrá frente al enorme espejo del baño durante horas, observándose a sí mismo horrorizado, aseándose generosamente las escamas grises de su cada vez más retorcido cuerpo.”
“Cielo santo.”
“Y durante días la enfermedad continúa su curso, extendiéndose hacia arriba y alcanzando los brazos y las manos, las cuales trata de esconder apelando a un horrible constipado contagiado por alguna extraña razón, motivo por el cual viste gruesos jerseys y manoplas para esquiar, y empieza a convertirse en un ser cada vez más cruel y asqueroso y ácido hacia su adorable compañera, a la que de ningún modo permite que se acerque, casi como si quisiera sugerirle que ella ha hecho algo realmente horrible que lo enfurece, aunque jamás dirá de qué se trata, hasta que su novia empieza a llorar por las noches, sentada en la taza del váter, y él la oye, y su corazón se rompe porque le ama tanto, aunque él está obsesionado por no convertirse en alguien feo, y por supuesto piensa que si ahora se le ocurriera contarle toda la verdad, no solo ella lo vería como alguien repentinamente feo, sino que además eso explicaría el fraude de la prótesis, los gruesos jerseys y las manoplas para esquiar, y evidentemente él sigue doblemente obsesionado por no revelar su obsesión original. Así que él se vuelve cada vez más mezquino hacia su dulce y preciosa chica que tanto le ama, y de pronto, incluso a pesar de que ella es una chica estupenda y profundamente enamorada, resulta que también es humana y su amor se va a tomar por el culo, poco a poco, en un sencillo gesto de defensa personal, y empieza a comportarse de un modo frío y distanciado, y la relación entre ambos empieza a mermar, lo cual hace que el corazón de él también se rompa. Entre tanto, la enfermedad avanza, ya está en su cuello, ha llegado a la altura del altísimo cuello vuelto de su jersey, e incluso una o dos escamas grises están apareciendo en su nariz. Y una mañana, en el límite del último día en que el tipo puede mantener su deteriorado aspecto escondido de su novia, la mañana posterior a una desastrosa y grave pelea con su chica, él aprovecha que ella está sentada en el baño, llorando, para salir de la cama y abrigarse bien para pillar un taxi que lo lleve a la consulta de su doctor.”
“...”
“Bien. El doctor, como es comprensible, se muestra bastante disgustado porque no lo haya llamado durante todo este tiempo, ¿en qué estaba pensando?, se dice. Y el doctor se manifiesta preocupado sobre el estado de la enfermedad, y entonces echa un vistazo al hombre y examina su lengua y dice que esto solo se resolverá con un novedoso y caro tratamiento que administran en Suiza, y que si se retrasa un segundo más la enfermedad acabará consumiéndolo hasta el punto de volverse irreversible, y aunque él seguirá vivo, se volverá alguien gris y escamado y deformado para siempre. Entonces el doctor mira a su paciente y dice que tiene que salir de la consulta, y recomienda que aproveche ese tiempo para reflexionar sobre su futuro. El doctor piensa que su paciente se ha vuelto loco por no haber elegido ya la opción de Suiza. Así que el hombre enfermo se sienta en la consulta, solo, abrigado de pies a cabeza, con sus manoplas para esquiar a causa de su metaobsesión. Pero finalmente accede a una iluminación, la cual no debe entenderse como sutilmente representada por el rayo de luz que en ese preciso instante rompe de entre las densas nubes que pueblan el cielo ese día e irrumpe a través de la ventana de la consulta y pega en la cara del hombre, aunque en cualquier caso percibe un golpe de inspiración que hace que se plantee que lo más importante del mundo es su maravillosa y adorable novia y el amor que media entre ambos, y eso es lo que verdaderamente importa, así que decide llamarla y contarle toda la verdad y nada más que la verdad, y convencerla para que salga del apartamento y firme la hoja de retirada de sus ahorros de toda una vida, de modo que él pueda salir pitando para Suiza ese mismo día.”
“La virgen.”
“Y la historia termina con el hombre sentado en el despacho del doctor, con el teléfono en sus manoplas, escuchando el tono de la llamada al otro lado de la línea, que suena durante bastantes tonos aunque no durante un lapso de tiempo tan largo como para considerar que está haciendo el ridículo, aunque suficiente como para no tener del todo claro si su novia está o no allí, en el piso de ambos, es decir que duda sobre si ella haya podido largarse, quizá por su propio bien. Y así es como acaba la historia, con el hombre allí y el teléfono sonando en sus manoplas para esquiar, y el rayo de sol que atraviesa la ventana del médico y pega en la cara del enfermo.”
“Cielo santo. ¿Vas a emplear esa historia?”
“No. Demasiado larga. Es una larga historia, más de cuarenta páginas. Desastrosamente escrita, por cierto.”
“...”
“Lo mires por donde lo mires no es divertida.”
“...”
“...”
“Y ahora, ¿vas a decirme cómo llegaste a saber tanto sobre eso?”
“Saber tanto sobre qué.
“Sobre el vacío de segundo grado. Realmente te sorprendiste porque no tuviera ni idea del vacío de segundo grado.”
“¿Qué quieres que te diga? Soy un hombre mundo.”
“...”
“...”
“¿Te hace un jengibre?”
“No por ahora, pero gracias.”
viernes, 16 de septiembre de 2011
LA NARRATIVA DE EDUARDO ANTONIO PARRA, VISTA A TRAVÉS DE UNA CORTINA DE HUMO

A partir del momento en que recibí la invitación para comentar la obra de Eduardo Antonio Parra, me dediqué a buscar todo el material posible. El primer libro que leí fue Tierra de nadie, a partir del cual, la tarea emprendida de leer toda la obra de este escritor, dejó de ser una encomienda para convertirse en una grata sorpresa. La experiencia comenzó.
Desde el primero de los relatos La piedra y el río una extraña cortina de humo comenzó a formarse a manera de atmósfera en las narraciones. “Su rostro fue chamuscado en años padecidos de sola sol, entre el aire seco y las nubes de polvo que oscurecen la ribera...” Tales son las primeras líneas del cuento. Y la primera cortina de humo apareció.
Una primera imagen del escritor fue formándose en mi imaginación. Incluso alcancé a visualizarlo sentado frente a la computadora con un cigarro entre los labios. El humo frotando entre al autor y su obra. Pero también, entre la obra y el lector. Recién había ingresado a la cortina de humo cuando La vida real, segunda narración del libro, me trajo la imagen exacta que había recreado mi mente, esta vez con el personaje de Soto, periodista que desea dar a conocer a los lectores del periódico en el que trabaja la historia de dos mendigos que, enmedio de la basura y decadencia que los envuelve, comparten una historia de amor real. La descripción que Parra hace del personaje coincidió en todo con la que, en mi mente, se había formado ya.
Por alguna razón, comencé a sentirme como visitante de Comala, que iba a buscar a un tal Eduardo Antonio Parra.
La obra de este escritor, si bien es cierto que parte de una evidente asimilación y apropiación de la tradición cuentistica mexicana (basta mencionar los nombres de Juan Rulfo, o José Revueltas, con quienes ha sido emparentado en más de una ocasión, sobre todo respecto al espacio narrativo de sus historias) Desde una muy particular apreciación, le encuentro una línea de parentesco con el constructo narrativo del trabajo literario de James Joyce, es decir, la modernidad. Otra característica que comparte con el escritor Irlandes es el magnifico uso del dialogo interno. Tal apreciación se me presenta al comparar Dublineses con los dos primeros libros “Tierra de nadie” y “Los limites de la noche” que bien podrían ser englobados bajo el titulo “Norteñeses” Pues la cohesión que demuestran a lo largo de las historias que los integran, representan, de una manera fidedigna y emblemática, muchas de las principales características de los pobladores de esta región, entre los cuales destacan: La venganza como resarcimiento del honor quebrantado por la traición. La esperanza de una mejor calidad de vida al otro lado del río Bravo. La marginalidad de una gran parte de la población, producto de un pasado y presente, a consecuencia de la ambición desmedida de unos y de un profundo desinterés de otros.
En consecuencia, la marginalidad, en lo que respecta a la obra de este autor, ya no se limita a poner de manifiesto la decadencia evidente, tal si se tratara de otro tipo de entretenimiento más, sino como un claro ejemplo de denuncia, evadiendo con gran fortuna el peligro de caer en la simpleza y exhibicionismo al que, ese mismo sentido de denuncia, ha sido conducido por los medios del entretenimiento de masas. He ahí el verdadero mérito literario del narrador, quien rescata lo evidente ya no simplemente para comercializar con la desgracia ajena, sino para desmitificar la imagen de progreso y bienestar social que los mismo medios de comunicación, en complicidad con líderes y gobernantes, pretenden mostrar como la verdadera realidad.
No es un secreto que gran parte de la literatura mexicana ha contribuido de manera consciente e inconsciente a forjar en los lectores y público en general, una imagen idílica de la realidad nacional. Evitando tocar aspectos sensibles de una manera crítica y de franca denuncia, valiéndose para este propósito del morbo y la ambigüedad.
Por otra parte, esa denuncia tan visible en los cuentos, tampoco puede ser considerada como el leitmotiv de su obra, sino tan sólo un aspecto de ésta que se revela por sí misma. Para ejemplificarlo, podemos decir que la denuncia es a la obra de Parra, lo mismo que la literatura lo es al quehacer humano: puramente circunstancial.
Por otra parte, la prosa detallada y contundente de este narrador, con una fuerte influencia de la narrativa cinematográfica, de manera análoga obliga al lector, como al espectador de películas, a mantenerse siempre al filo ya no de la butaca, sino de los párrafos que integran cada uno de los textos, por los que deambulan todo tipo de personajes: campesinos en busca de una esperanza, prostitutos absortos en la fantasía, esposas desilusionadas, adictos al placer, jóvenes defensores de un pedazo de tierra de nadie. Todos ellos, personajes de una historia mayor que las engloba todas: La vida real, tal como se remarca en uno de sus cuentos, así titulado.
El hiperrealismo con el que describe cada una de las tragedias de los personajes que integran sus historias es acaso el anzuelo del que, una vez enganchado, resulta imposible zafarse. Basta mencionar Al acecho uno de los cuentos que integran su tercer libro de cuentos, para distinguir la minuciosidad en los detalles, la riqueza descriptiva con que narra el dialogo interno del Bosco, mientras aguarda el arribo de Ángel, tras veinte años de espera. Luego de un evento que, como dice el texto, “detuvo la marcha de los días” para todos los personajes involucrados. Y, aunque el verdadero motivo jamás se expresa abiertamente, la causa real discurre a lo largo de toda la trama, es decir, en el dialogo interno del protagonista. En ese espacio donde el tiempo realmente se paraliza, y permite a quien en él se adentra, recorrerlo una y otra vez de manera indefinida.
“A lo largo de dos décadas ha evadido las escenas de aquella noche con la ayuda de la rutina y del tabaco, mas ahora que no puede fumar le resulta imposible anteponer una cortina de humo a la memoria.”
Al arribar a esta cita, me reencuentro con la primera imagen del escritor detrás de esa misma cortina de humo, interpuesta entre él y la hoja, la cual aguarda pacientemente, al acecho, del mismo modo que Bosco, recordando los acontecimientos por tanto tiempo encarcelados en la lúgubre prisión del olvido. También es cierto que, una vez narrados, ya no serán los mismos. Más adelante, en El Laberinto, la narración comienza, así:
La sordera le impidió darse cuenta de cuándo habían comenzado a seguirlo. Pudo ser (...) al desatarse la ventisca que alzó hasta la mitad del cielo esa nube de polvo...
Resulta interesante cómo en los momentos cruciales de las narraciones, este elemento (la cortina de humo) se hace presente, es el elemento que subraya y realza, un momento cumbre de la historia. A diferencia del uso con el que comúnmente se le relaciona: el de elemento de distracción.
Más adelante podemos leer:
“Una nube roja cubrió su campo de visión por unos instantes”
Justo cuando la traición de la mujer de Adrián Cano y su anteriormente mejor amigo Ociel, es expuesta en la cantina a través de los comentarios sarcásticos de Urano, uno de los tantos parroquianos del lugar.
Pero, incluso en los textos que se separan de su habitual uso de hiperrealismo para explorar el campo de lo indecible, como es el caso del cuento titulado Los últimos, es posible leer entre las primeras líneas de la narración, lo siguiente:
(...) Se quitó el sombrero para mirar el horizonte donde el cielo se teñía de un gris apenas azulado, como si a lo lejos se levantara una nube de polvo y amenazara con sepultarlos.
Desde mi interpretación, la cortina de humo dentro de la narrativa del escritor Eduardo Antonio Parra funge de manera contraria a la tradicionalmente utilizada. Es decir, mientras otros la usan como medio para distraer la atención de los lectores, Parra se vale de ella para revelar.
De forma más general, este detalle en su obra puede ser equiparable con el de desmitificar una realidad idealizada. Lo cual lo convierte en un escritor subversivo. Un narrador que hace uso de los mayores vicios y defectos de la humanidad para mostrarla tal cual es, sin maquillajes ni oropeles. Pareciera ser que una de las consignas del autor es desnudar la realidad. En este sentido, cumple a cabalidad con uno de los preceptos más reiterativos de la tradición literaria: la búsqueda de la verdad, por medio de la mentira. O, dicho a través de las palabras de Franz Kafka "La literatura es siempre una expedición a la verdad".
Para concluir señalaré que, la literatura no es asunto de convenciones, tal vez, ni siquiera de convicciones. La literatura se nutre del mundo, y éste es como la imagen del río de Heráclito, un eterno devenir que hace correr, entre sus aguas, lo mejor y peor de quién habita esta Tierra de nadie.
miércoles, 15 de junio de 2011
La ira del filósofo, de Eduardo Parra Ramírez
sábado, 4 de junio de 2011
EL REFUGIO DEL HURÓN, de Juan Gerardo Aguilar
Las historias que integran el libro, El refugio del hurón, del escritor zacatecano, Juan Gerardo Aguilar, muestran distintos resguardos en los cuales la felicidad pretende buscar seguridad. Refugios que la mantengan a salvo de los sucesos inesperados. Pues, el simple desprenderse de las hojas de los árboles, bien podría ser el comienzo de una cadena de acontecimientos que darán un rumbo nuevo al destino de cualquiera. La consigna es escabullirse a tiempo del sino fatal del destino, al esperar siempre lo inesperado. De otro modo, las consecuencias suelen ser desfavorables, como bien lo dice el protagonista de la narración que da título al libro: “Subestimar a un oponente es un error que se paga caro”.
Liberarse de la anodina rutina a la manera de un enfermo terminal que, cierto día se entera que aún le queda una oportunidad más de continuar su vida en otro sitio. Lejos de sus certezas, y de sus actividades repetidas durante años. Quizá toda la vida. Escapar de las propias ruinas para fundar una historia nueva. Comenzar desde cero. Reducir a cenizas las memorias del pasado. Prenderle fuego a todo para echarse a caminar hacia adelante, en una interminable búsqueda de la felicidad. Alejarse antes de que sea demasiado tarde. Antes de que arribe la tempestad.
Prisioneros del fantasma del tiempo, muchas ocasiones solemos esclavizarnos a la rutina de la otra persona que envuelve (en sí misma) la esencia de nuestra propia felicidad. El motivo suficiente para concebir todo como un plan de acción para el siguiente día. El enamoramiento como fuente de vida. Como inspiración para esforzarse un poco más. Y de pronto, la vida vuelve a tener sentido, ya que aparece en ella un nuevo deseo.
En el cuento titulado Flores en la ventana, se muestra como un elemento indispensable en la ecuación del cortejo (inicio del camino hacia la felicidad), puede ser capaz de quedar fuera de la misma fórmula: Las flores:
“Por la apacible sensación que insuflan, porque hacen buena compañía, y viven solo lo necesario; a las flores no se les llora cuando mueren, es la ventaja que tienen sobre otros seres vivos, incluso sobre los humanos.”
La historia que, a causa de un descuido en los detalles, habrá de permanecer inconclusa para siempre, porque la vida es un concierto de instantes (o “fotografías ordenadas cronológicamente”), y perder uno solo, es igual que no haber escuchado nunca la sinfonía de la historia personal en cada uno de sus notas. Historia inconclusa.
En este caso, la nota del enamoramiento y sus consecuencias inevitables. Pues es evidente que todo tiene consecuencias. Cada decisión tomada, tarde o temprano vendrá a cobrar la factura. Ante tal evidencia, otro de los personajes manifiesta que: “Lo difícil no es aceptar que las cosas sucedan, sino aceptar que te sucedan precisamente a ti”. A ti que acostumbras ir por la vida intentando esquivar las trastadas de la vida; así sea evitando la vida misma. Entonces es cuando se vuelven necesarios los placebos para la felicidad. Ya sea a través del sopor televisivo; el cuerpo de una mujer; imaginarse vivir una existencia distinta a la propia; o a través del arte, aunque cueste la vida.
Seres cautivos dentro de sus propias cárceles. Prisiones materiales o intangibles. Unas reteniendo cuerpos entre sus muros. Las otras, almas.
“Cada uno habita un microcosmos distinto”, asegura el narrador de una de las historias. Eternos moradores de sus infinitas prisiones. El cuerpo de un hombre aprisionado dentro de un hospital: Su mente en su cuerpo: Su alma en su mente: Un pez en su pecera.
Por otra parte, la prisión de los celos suele ser una historia en donde nadie es inocente, excepto el único señalado siempre como el culpable. Los celos son otra de las tantas trampas de la mente, y una de las más poderosas prisiones que no cualquiera puede evadir con suficiente fortuna. Muchas veces, la única manera de evadir una de las tantas prisiones es, a costa de la vida.
Las fronteras son otra representación de la prisión (“este universo paralelo dividido por un rio”). Y un posterior descubrimiento de la realidad, al darse cuenta de lo que las cosas en verdad son: “líneas imaginarias creadas para prohibir las idas y venidas de la gente”. Prisiones y fronteras, sinónimos de un mismo hecho: “mantener a las personas dentro de ciertos parámetros que permiten un control de la vida en común”.
En síntesis, estos refugios que creen encontrar los personajes que pueblan las narraciones, terminan por transformarse en autenticas prisiones. Lo que, al menos a mí, me lleva a pensar en la felicidad como en un continuo acto de escapismo. Y en consecuencia, dejar atrás, lo más pronto posible, esos refugios de la felicidad. Antes que alguno de ellos se transforme en la última de nuestras prisiones.
lunes, 14 de marzo de 2011
ERASE UNA VEZ EL AMOR PERO TUVE QUE MATARLO, DE EFRAIM MEDINA
